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 Laboratorio Electoral  ∙  Jun 01, 2022

Las segundas oportunidades, ¿son buenas?

Los procesos electorales y la democracia se encuentran íntimamente ligados. Cuando se pone sobre la mesa alguna reforma o modificación a la legislación se debe pensar siempre en conjunto; de no hacerlo, se corre el riesgo de causar un desbalance en el funcionamiento de las instituciones.


Uno de los temas que continuamente se ha puesto sobre la mesa en los últimos años ha sido el de la segunda vuelta electoral en México.  La regulación de esta figura en el marco Constitucional ha sido propuesta en varios proyectos de reforma, pero hasta ahora la propuesta apenas se ha debatido el Congreso.


En nuestro sistema electoral, el triunfo en la elección presidencial se acredita a través de una mayoría simple. Esto implica que el o la aspirante que haya obtenido más votos que cualquiera de sus adversarios, gana la contienda.


La segunda vuelta electoral es un mecanismo de doble elección, por decirlo de alguna manera. Esto implica que cuando en una primera elección ninguno de los y las aspirantes obtiene el porcentaje mínimo de votación, establecido en la ley, se debe realizar una segunda elección, en la que solo participan las candidaturas que hayan quedado en primero y segundo lugar en la primera elección. Gana la candidatura que obtenga la mayoría simple de los votos.


Este mecanismo es utilizado en varios países de Latinoamérica y de Europa. Se dice que el objetivo de la segunda vuelta es generar fortalecimiento, legitimación y gobernabilidad institucional. Sin embargo, la manera en que se emplea en Latinoamérica y Europa no es la misma debido a las diferencias en los sistemas electorales y presidenciales de cada país.


¿Cuáles son los efectos de la segunda vuelta?, ¿Realmente genera legitimación y gobernabilidad?, ¿En qué región se cumple con el objetivo? Para resolver esos cuestionamientos es preciso revisar cómo se regula en Europa, en específico Francia, donde surgió originalmente esta figura, y en Latinoamérica.


El origen: Francia


La segunda vuelta electoral o “ballotage”, encuentra su origen en Francia. Cuando en la primera vuelta presidencial ninguna de las candidaturas obtiene la mayoría absoluta -más del 50% de los votos-, la elección se va a una segunda ronda con los dos aspirantes que hayan obtenido los mayores porcentajes; la segunda vuelta se celebra catorce días después de la primera. Gana la candidatura que obtenga más votos.


El plus en Francia es que las y los integrantes del Congreso también se eligen bajo el mecanismo de la segunda vuelta electoral, un mes después de la elección presidencial. Es decir, una vez conociendo la presidencia electa, la ciudadanía elige a los 577 integrantes del Congreso; las candidaturas que obtengan al menos el 12.5% de votos pasan a la segunda vuelta. Los partidos en esta elección buscan hacer coaliciones para generar ya sea un contrapeso o un apoyo al gobierno; aquí es donde se generan las condiciones para poder llevar a cabo el plan de gobierno, lo que se conoce como gobernabilidad.


Regulación en América Latina


La segunda vuelta se encuentra regulada en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Perú, República Dominicana y Uruguay. A diferencia de Francia, en ningún país de América Latina se encuentra regulada la segunda vuelta para la elección del órgano parlamentario.



Las reglas para convocar a una segunda vuelta varían de país a país, en algunos el requisito para evitar la segunda vuelta es que la candidatura ganadora tenga más de 50% de los votos, en otros es que tenga 40% o más y además una ventaja respecto del segundo lugar de mínimo 10%. La regla general es que si ninguna candidatura obtiene el porcentaje mínimo exigido, se lleva a cabo una segunda vuelta electoral solo entre las dos candidaturas más votadas. La segunda vuelta se celebra con al menos un par de semanas de diferencia respecto de la primera, de esta forma las candidaturas que participan pueden generar las alizanas necesarias y buscar el voto ciudadano para lograr el triunfo.


Revisando las segundas vueltas que se han dado en los últimos años en América Latina advertimos que la participación disminuye con respecto a la primera vuelta y en algunos casos el resultado de la segunda vuelta es bastante cerrado. En algunas elecciones se han incluso generado disputas sobre si realizar o no segunda vuelta.


De acuerdo con misiones de observación de la OEA, la segunda vuelta genera un gasto extra al presupuesto de los países, incita a la polarización -incluso a veces motivando a protestas- y crea una falsa idea de legitimación.[1] Todo esto lejos de generar gobernabilidad solo da una impresión temporal de legitimación, pero al final paraliza a los gobiernos debido a que no pueden poner en marcha su plan de gobierno.


Antes de implementar este tipo de mecanismos, es necesario conocer la forma de gobierno de los países y entender los efectos que puedan tener. En Perú, por ejemplo, el actual presidente recibió mayoría de votos en las pasadas elecciones -fue ganador tanto en la primera como en la segunda vuelta electoral- y, sin embargo, no cuenta con el respaldo suficiente del órgano legislativo, ni con una coalición de gobierno sólida. Perú tiene un sistema semi-parlamentario en el que son necesarias las coaliciones de gobierno -que se consolidan normalmente de cara a la segunda vuelta- pero sin ellas es imposible gobernar. La inestabilidad e incertidumbre del gobierno en Perú ha sido tal y tan seguida que se han visto envueltos varias veces en bloqueos legislativos e incluso en la necesidad de realizar de nuevo elecciones. Actualmente Pedro Castillo cuenta con al menos dos solicitudes para su destitución por parte de la oposición.


México: implicaciones


En los últimos días, grupos parlamentarios propusieron iniciativas de reforma en materia electoral que incluían la implementación de la segunda vuelta en México. Estos fueron el Partido Acción Nacional (PAN) -que presentó su iniciativa hace algunos días y cuya síntesis se puede encontrar aquí- y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) -que, aunque no ha presentado su iniciativa, sí emitió un comunicado oficial en el que daban a conocer la inclusión de dicha propuesta.


El grupo parlamentario del PAN propuso lo siguiente, “si ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría absoluta de los votos, es decir, más del 50%, los dos candidatos con mayor porcentaje, se enfrentarán en una segunda vuelta electoral que se llevará a efecto el mismo día de la jornada electoral.  A través del mecanismo del voto alternativo preferencial, lo que significa que, en el mismo acto, el mismo día, el elector decidirá de la lista de candidatos, el orden de su preferencia, estimando con ello la posibilidad de que haya un ganador por mayoría absoluta”.


Las ventajas de esta figura -a decir de ellos-, radican en la posibilidad de que la o el ganador cuente con una mayor legitimación en su gobierno, así como una percepción de verdadera representación de la ciudadanía con sus gobernantes.


El proyecto que presenta Acción Nacional menciona que la segunda vuelta se realizaría si ninguna de las candidaturas obtiene más del 50% de los votos y se llevaría a cabo el mismo día de la elección, a través del mecanismo del voto alternativo preferencial. Precisa además que la Sala Superior del TEPJF sería quien realice el cómputo final de la primera y la segunda vuelta. La propuesta es ambigua, pues varios detalles que son relevantes no son señalados ni especificados.


Sobre la propuesta del PRI aún no es posible hacer un análisis porque no se ha presentado la iniciativa a pesar de que se anunció hace varias semanas.


Conclusiones


Es importante tener claridad sobre cuál es el objetivo que se busca al incluir la segunda vuelta electoral, pues es funcional y cumple con su objetivo cuando el contexto político, democrático e institucional de cada Estado así lo permite. La experiencia nos dice que la legitimación que aparentemente da una alta votación es efimera, especialmente si no existe una coalición de gobierno. Esta figura puede ser efectiva para garantizar gobernabilidad si se busca empatar con las elecciones legislativas.


Desde nuestro análisis comparado consideramos que si se busca adoptar la segunda vuelta electoral para efectos de legitimiar la candidatura triunfadora esta no es la solución más adecuada. En todo caso lo que se debe buscar es fortalecer los mecanismos y procesos que ya funcionan y sobre todo trabajar en los procesos de selección de candidaturas. Improvisar con figuras que lucen atractivas pero que solo cumplen una finalidad política o electorera no es buena idea.



[1] Datos obtenidos de múltiples informes de misiones electorales de la OEA.